Iba a ser un viaje de placer. El primero tras mi jubilación. Lo realizaría con mi pareja. Los dos estábamos muy ilusionados, porque llevábamos años proyectándolo y por fin lo habíamos conseguido: la Toscana. Elegimos junio, un mes ideal para poder disfrutar de buen tiempo, y con muchas horas de luz para aprovechar bien los días. Pero, algo se nos cruzó por el camino, convirtiendo el turismo en investigación, por cierto, una muy especial para mí. El día 10 llegamos a Florencia. Desde hace años, participamos en una plataforma de intercambio de viviendas y habíamos conseguido un apartamento en pleno centro, en la calle de Santa Elisabetta. La propietaria no podía recibirnos, por lo que acudió en su lugar una amiga suya, Mel, que hablaba un español muy gracioso. Lo único malo era que nuestro alojamiento se encontraba en un cuarto piso sin ascensor. A cambio, desde las ventanas del salón podíam...